SU TONO habitual de voz era el grito y su palabra favorita el no, aunque cada vez que se le escapaba un sí nacía una gacela en Tanzania. Lamentaba que las fresas no fueran negras, que las avispas no tuvieran el tamaño de gaviotas, que los tulipanes carecieran de espinas. Tú debiste nacer del injerto de un cactus en una rinoceronte, le decía yo a veces por lo bruta que era, y ella se reía. Tampoco se callaba nada, y nunca rumiaba las cosas antes de decirlas porque “pensar dos veces lo mismo es repetirse”. Recuerdo que le gustaban los deportes de motor, pero enseguida se aburría: “Llevamos ya cinco vueltas y ningún piloto se ha caído”.