Supervivencia


YO ERA el clavo sin punta, ella la petunia carnívora, yo las manos sucias y resucias, ella la paloma jugando con el fuego del pebetero, yo la ambición que avanza por el carril de niños, ella el delfín que escupe al domador de delfines, yo la tristeza que trae el polvo de las victorias, ella la tuerca que se come a mordiscos su arandela, yo el silencio que dejan las bombillas al apagarse, ella la bola de billar sobre el ajedrez de un campo de tenis...

Escribo esto para decir que la he sobrevivido.



Con los ojos abiertos


Hace poco pero mucho tiempo,
tanto como un fémur o un mediodía,
yo amé a una chica de ojos azules,
diecisiete años de ojos azules,
doscientos cuatro meses de ojos azules,
seis mil ciento veinte días de ojos azules,
y nunca le perdonaré
que me dejara con los ojos abiertos,
que me dijera basta con los ojos abiertos,
que me tirara al vacío con los ojos abiertos,
que me pasara a pistola con los ojos abiertos,
porque ahora no logro acordarme
de los tiempos felices de sus ojos azules,
los diecisiete años de ojos azules,
los doscientos cuatro meses de ojos azules,
los seis mil ciento veinte días de ojos azules,
y solo me queda su mirada puñal y definitiva,
los ojos azules y traidores,
los ojos azules y póstumos,
increíblemente abiertos aquella tarde,
mientras los gorriones volaban como gorriones
y el cielo era el mismo cielo de todos los días.


LA DEMASIADA lucidez es una aberración. Recuerdo que en su día tuve el pensamiento terrible de preguntarme si Iratxe era la mujer más adecuada para mí. Me hice el siguiente planteamiento: si hubiera tenido la oportunidad de conocer, aunque sea imposible, a los 3500 millones de mujeres del mundo, ¿cómo no iba a existir una mujer o muchas mujeres con las que congeniara aún más? Este tipo de pensamientos no se deben tener cuando uno está enamorado, por eso digo que la lucidez es un boomerang, pero resulta que se lo comuniqué a Iratxe y extraje de ello un gran alivio, porque ella gastaba un ego del mismo tamaño que el mío y me respondió tajante:

—Una mujer mejor que yo imposible. Ni en este ni en otros cien planetas.


EL AMOR perdido es un cadáver que se descompone en fases. Lo primero que empecé a perder de Iratxe fue su cara, que cada vez se me aparecía más difusa, con menos resolución, como un cuadro impresionista. Más tarde la niebla alcanzó mi oído: dejé de recordar primero los susurros, más tarde su voz natural y al final sus gritos y vociferios. El tacto vino después y fue la pérdida más triste, porque olvidar un cuerpo supone también olvidar el tuyo (cuando estás solo ni siquiera te das cuenta de que posees un cuerpo). Perdí también el sabor de sus labios y sin embargo todavía no he perdido todo. Aún no se ha ido. Diez años después, aún recuerdo perfectamente su olor. El matizado olor de su piel. El último clavo de su ataúd. La última ceniza de su cadáver.


Recuerdo


TÚ SIEMPRE serás mi alcohol y rayo de seda, mi gárgola y cocodrilo, la mujer leguminosa que germina contra el plomo y el pedrisco, la bala de algodón que alojada en mi cabeza no me sangra ni me mata ni abandona. Vendrán otras mujeres pero tú seguirás siendo de otro octanaje, vendrán otras olas pero tú por encima de ellas, vendrán otros nombres pero qué nombres si yo solo mastiqué el tuyo: yo solo sentí que me ampliaba al pronunciar Iratxe.


No es una creación mía


No es una creación mía.
Sus ojos. Su dédalo de rabia. Su
espiral en uña fuerte y pequeña. Iratxe no es.

Una creación mía.

Yo soy, me intento poeta.
Dibujo limones. Pero no hago fotografías.
Trabajo sin plomada.

Distorsiono.

Miento.

Las cosas que veo no son.
Las cosas. Al tocar el blanco,
se estiran o reducen.

Cambian.

No os fiéis de mí. La verdad. Qué es
la verdad. Decidme qué es
salvo Iratxe. Salvo

Iratxe.

No es una creación mía. Os juro
que ella no es una creación.

Los pétalos y la cocaína


JAMÁS DIJE que fuera mía. A ella sí le gustaba decir que Batania era suyo, pero yo nunca dije que Iratxe fuera mía. Esto me llena de orgullo, porque…, ¿qué es mío y qué es tuyo en este cansancio de puentes? Mío y tuyo: monoteísmo de ciclanes e impedidos, talibanes cobardes o personas de un solo libro. Yo no amo a una mujer en particular sino a la mujer en general, esto debo escribirlo cuanto antes porque, si no fuera así, ¿qué valor el destello de Iratxe, el turbión de Iratxe, su animal increíble? Precisamente porque puedo enamorarme de todas y me he enamorado de muchas presumo de que mi amor por ella fue un caballo de gran eslora, fue un amor más fuerte, casi un planeta. Cómo iba a lamentar la pérdida de una propiedad que nunca tuve: lo que lamento es la pérdida de la prevalencia, de esa mirada suya que me hacía sentirme una encina azul, un perro de triple ladrido, un dado con siete caras, alguien di-fe-ren-te. Por eso amé por igual sus pétalos y su cocaína, su pelagra y su bolsa de naranjas, por eso le escribía poemas tratando de celebrar sus defectos, esto es, de negarlos...

El último padre que me queda


PERO MI padre vuelve, mi padre acude con su boca de muerto y sus manos de muerto y me salva de la caída con un chasquido, un truco de magia, una palabra. Me lo encuentro en el trabajo, o caminando por el Manzanares, o escribiendo en el portátil, muriéndose. También él fue víctima de la superstición Iratxe, él adoraba a Iratxe: una mujer sin temperamento, decía, vale menos que una vaca. Por eso me dejó ordenado: 

 –Cásate con Iratxe.

Mi padre. Para resolver las dudas sobre nuestra veracidad, Iratxe y yo recurríamos al artificio infantil de los juramentos. Cuando el problema era leve me bastaba jurar por mi perro Argi y cuando era importante debía jurarlo por ella, pero había otro juramento más fuerte aún, el último:

–Júralo por tu padre.
–Lo juro.

Lo juro por aita. Porque soy muy capaz de jurar en vano por Argi y por ella, pero nunca lo he hecho por mi padre. Ahora que estoy de tristeza obligatoria (pero hacia arriba, cada vez mejor), utilizo un truco muy fácil que siempre me da resultado: me pregunto quién me gustaría que volviera, mi padre o Iratxe. Así resuelvo de un golpe la tristeza, pues ni cien millones de Iratxes me serán nunca la uña de mi padre, y de pronto su abandono se me presenta como un simple disgusto, un traspié, un contratiempo.

Nada mejor que solucionar una tragedia comparándola con la tragedia madre, la tragedia capitana. Porque no es el amor el motivo de mi vida sino la lucha contra la muerte. Y nunca seré el hombre que amó a Iratxe sino el hijo de Puskas. A veces escucho ruidos de trenes en mi cabeza y lo comprendo todo: lo que me pasa es que estoy loco, lo que pasa es que soy el último padre que me queda. Debería ir a un psiquiatra, claro, pero no creo en los psiquiatras. Debo resolverme solo.

Es lo que hago. Me automedico. Escribo.


Primera convocatoria para elegir a una nueva Iratxe

Batania, pirata neorrabioso, herido y abandonado por la mujer que fue musgo, corteza y montaña de su vida, y preocupado no tanto por su situación personal como por las consecuencias que ese abandono puedan causar en su obra, que es lo primero y lo segundo y lo único, ha decidido convocar un concurso para elegir a la nueva Iratxe que le torture e inspire en los próximos diecisiete años. Por tanto, cambiando a Sófocles por Aristófanes, dejando la lágrima y empuñando la risa, y confiado en hallar una musa que no se aparte en un solo centímetro de la Iratxe original, establece los siguientes e imprescindibles requisitos:

1. Que se crea la ninfa de las ninfas y la diadema de las diademas, Afrodita y Atenea juntas, tan dotada como Rachel Welch y tan superdotada como Madame Curie. Que considere que hasta sus pedos huelen a tomillo, sus legañas a albahaca y sus estornudos a madreselva. Que no dude en celebrarse como el ejemplar más extraordinario que pisa la tierra. Que para llegar a estas conclusiones le haya bastado con su propia opinión.

2. Que sea bella y sepa utilizarlo, que allá donde acuda funde Fascinaciones SA, que vaya por las calles cometiendo belleza. Que hasta cuando camine por el suelo se note que solo se está posando (se le notan demasiado las alas).

3. Que tenga una parte de mariposa y dos de escorpión, tres gotas de monja y siete de puta, algo de primera de la clase y otro poco de niña que se levanta la falda a cambio de una piruleta.

4. Que no se preocupe por darme amor sino por crearme adicción, por darme cariño sino dependencia, por darme sosiego sino necesidad. Que adivine que solo me enamoro de lo que me destruye, solo escribo de lo que me daña, solo poemo de lo que no soy capaz de resolver.

5. Que comprenda de inmediato que necesito ser dominado. Que me ordene: “Aléjate de Mengano, es un trepa; confía en Fulano, es buena persona; huye de Zutano, te dará problemas”. Que organice mi vida. Que vaya ocupando mis territorios. Que nunca me pida permiso. Que no permita que los demás hagan lo mismo que ella hace conmigo.

6. Que me proporcione dolor y alegría en dosis suficientes como para inspirarme al menos los trescientos folios que me ha dado la Iratxe original, tamaño DIN A4, Times New Roman, cuerpo 12.

7. Que considere al 95% de los poetas de Madrid unos farsantes y unos escritores de palo y zanahoria. Que amenace con ponerse a escribir en cualquier momento para demostrar que es mejor que la mayoría de ellos. Que esto no lo diga en privado y en broma sino en público y muy en serio.

8. Que le guste todo lo que sea macho: lechugas macho, flautas macho, piedras macho, hombres macho. Que me diga con detalle y puntillismo qué les haría a los hombres que le gustan, con qué artes, en qué posturas.

9. Que se enfade mucho con mis jaleadores. Que entienda que la única con derecho a elogiarme es ella. Que nunca me elogie. Que, sin embargo, cada vez que me vea atacado o triste o rodeado de tigres, aparezca de repente como una amazona rubia y responda a mis atacadores, mate a los tigres, me quite la tristeza y me diga: “No olvides nunca que tú eres Batania y los demás no son Batania. Jamás estaría contigo si no fueras lo que yo sé que eres”.

10. Que le gusten el té y el vino, que su actor favorito sea Robert Redford o Robert Downing junior, que su película preferida sea Fiebre del Sábado Noche. Que tenga miedo a la muerte y a los perros grandes. Que no sea capaz de reconocer un error. Que los cometa a todas horas y con talla XXL, pero jamás los reconozca.

11. Que se mofe y sienta vergüenza de las poetas madrileñas que escriben versos de desamor cada vez que son abandonadas. Que para predicar con el ejemplo y no hallarse nunca en la misma tesitura sea ella la que deje a los hombres, la que los castigue, la que los humille, la que nos obligue a escribir esos poemas desesperados.

12. Que sólo utilice Google para teclear “Neorrabioso Iratxe”. Que le importe menos que la punta de un alfiler todo lo que escriba que no se refiera a ella. Que no le guste leerme sino leerse. Que se jacte: “Jamás podrás escribir sobre otra mujer como escribes sobre mí”.

13. Que tenga una manera incomparable de echarse el pelo hacia atrás o de hacerse una coleta mientras sostiene la goma con la boca. Que le gusten Camela, Queen, La Polla Records o Pablo Milanés. Que una de sus canciones favoritas sea “Tú eres único”, de Rocío Jurado. Que esa canción le recuerde siempre al hombre de su vida, quienquiera que sea durante esa semana.

14. Que no sea partidaria de las ideas moderadas y los puntos medios. Que considere a todos los cristianos malas personas, a todos los policías sinvergüenzas, a todos los patriotas ignorantes. Que opine que los contrarios al matrimonio homosexual deberían ser exterminados, ex-ter-mi-na-dos.

15. Que se vaya con otros hombres con mi autorización. Que vuelva a casa satisfecha y con olor a goma quemada. Que me cuente con pelos y señales las averías que ha causado esa noche (Este punto es difícil de creer, pero es que yo soy muy difícil de creer).

16. Que sea arrogante y vaya de única. Que proclame que jamás permitirá que la conozcan solamente por ser la mujer de Batania. Que ponga tanto empeño en dar la vuelta a la pirámide que al final logre convertirme en el pobre hombre que sale con Iratxe.

17. Que ante la belleza de otras mujeres, la inteligencia de otras mujeres, los estupendos poemas de otras mujeres, la también bondad y honradez y valía de otras mujeres, se limite a exclamar: “¡Bah!”. 

18. Que sea partidaria de practicar sexo solo en lugares discretos y apropiados. Ejemplos: baños de zonas públicas, parques frecuentados, salidas de los bares... Que también le guste practicarlo en las autopistas, siempre que se circule a ciento sesenta por hora, o en las calles principales de cualquier ciudad española, siempre que sean las doce del mediodía, o en las plazas mayores, siempre que estén presentes cientos de ciudadanos con la revisión del oculista recién superada. Que llore después de hacer el amor (porque ha disfrutado o por la alegría de comprobar que no nos hemos matado ni nos han detenido).

19. Que se extasíe con el mito de Filemón y Baucis. Que me jure que moriremos juntos arrojándonos al vacío desde la cima del Teide, o tomando a la vez una de las dos mitades exactas de una pastilla de veneno, o poniendo nuestras cabezas unidas bajo una apisonadora del ayuntamiento. Que me haga creer eso durante diecisiete años y luego, cuando me abandone y le pregunte qué hay de aquello, me diga vamos, Alberto, solo era una forma de hablar, no pensaba que fueras tan inocente.

20. Que se haga por su cuenta y riesgo y por cien euros un tatuaje en la espalda. Que en ese tatuaje ponga “Batania”. Que jure que no se lo va a borrar jamás, ni siquiera ahora que se ha librado de mí. Que ese tatuaje signifique “Déjame ser como soy”.

21. Que anime a Valentino Rossi, a Roger Federer o a Lewis Hamilton cada vez que se enfrentan a Jorge Lorenzo, Rafa Nadal o Fernando Alonso. Que prefiera lo nuestro universal a lo nuestro nacional. Que su novelista favorito sea Balzac y su novela favorita “Los miserables”. Que intente hacerme leer “Océano mar”. Que admire mi inteligencia. Que admire mi escritura. Que me admire.

22. Que finja indiferencia ante mis amigas, pero que aproveche cualquier ocasión para minusvalorarlas. Que me haga imitaciones de sus voces y tergiverse sus frases para demostrarme todo lo pijas e infantiles que a ella le gustaría que fueran.

23. Que se enfade mucho con “los demás”. Que llame “los demás” a todo el que le lleve la contraria. Que cada vez que esté triste y se sienta atacada quiera irse en solitario a una isla lejana (pero da igual, porque el tatuaje con mi nombre le persigue).

24. Que necesite hacerles saber a los tontos todo lo tontos que son. Que se obligue a llamar idiotas a los idiotas. Que no les permita vivir felices en la ignorancia, que se sienta llamada a sacarles del error.

25. Que sea buena persona. Que sea vanidosa, que le salgan pedacitos de Satán por la boca, pero que sea tan honrada, generosa y buena persona como la original (aunque es imposible).

26. Que decida abandonarme al de diecisiete años. Que no lo haga con avisos previos y elegancia, sino a quemarropa, sin vuelta atrás y a las 19:12 de una tarde cualquiera. Que al mostrarme desesperado durante los tres primeros días, me salte: “¡Alberto, supéralo de una vez, que ya han pasado 72 horas!”.  


 Se ruega a las candidatas acudan a la calle Despecho, rincón del Abandono, Nº 47, a la hora en que me vuelve la tristeza, para una comprobación detallada de los 26 puntos. Si alguna candidata duda de sus posibilidades es mejor que no acuda, lo digo de verdad, la original nunca tuvo dudas.


Iratxe (nuevamente)


La que muerde el candado hasta que
..........saltan las puertas de la noche.
La que descubre caimanes en el
..........zumo de naranja.
La de labios Iratxe.
La de besos Iratxe.
La que besa mestiza. La que besa
..........rufiana.
La que besa de cerca, tan cerca que
..........deja a la vista sus costuras, y las
..........grapas de plata que esconde
..........entre.la lengua y el corazón.
La que amenaza (1) ten cuidado
..........podría.cambiarte por el que
..........quisiera.
La que insulta.
La que insulta de nuevo.
La que insulta por tercera vez.
La que se enfada conmigo y hace
..........flanes de lágrimas.
La que se enfada conmigo y machaca
..........perejil en el mortero.
La que machaca el perejil con tal rabia
..........que al final siento pena por el
..........pobre perejil que soy yo.
La que amenaza (2) tú no eres Batania
..........yo soy Batania.yo te he inventado
..........tú qué te crees.
La chica número uno.
La chica número dos.
La nueve y mil. La diecicuatro. La
..........treinta.y quince.
La que siempre me recuerda el daño
.........que podría hacerme
.........sin fijarse demasiado.
La que arroja el vaso contra el suelo y
.........el vaso no se rompe, el suelo no
..........sangra, y triunfa ella y su vestido
..........blanco, y me paso la tarde
..........recogiendo mis añicos.
La que amenaza (3) desgraciado la
.........poesía te va a destruir y no
.........pienso cuidarte en el manicomio.
La que tiene una carita que es un tigre
.........de viento.
La que tiene una carita que es un
.........barco de viento.
La que tiene una carita que es un
.........jilguero.
De viento.
La guapísima. La bellísima.
La tu madre de dios hijaputa qué
.........ojos.
La que tiene unos ojos que los miras
.........y salen ciervos azules
.........copulando.
La que amenaza (4) que no me entere
.........que ninguna te llama Alberto.
La que me rompe de púas.
La que me púa de erizos.
La que me saca el ombligo de
.........quicio.
La desquiciante.
La que solo deja de burlarse cuando
.........me luce el frío, y vivo en miedo,
.........y las hienas me cierran las
.........salidas.
La que aparta entonces sus cincuenta
.........kilos de belleza y suelta tales
.........pedacitos de Satán por la boca
.........que me borra el frío, me mata el
.........miedo y hace huir tanto a las
.........hienas, que siguen huyendo
.........todavía.
La que amenaza (5) ten cuidado he
.........visto demasiadas pollas en mi
.........vida para ser una mujer honrada.
La que adora a los hombres.
La que adora a los hombres como a los
.........perros, solo si se dejan tocar.
La putísima. La zorrísima. La torcida
.........de ojos.
La que no desprecia al macho con
.........gorriones en el pecho.
La que se mira al espejo y el espejo le
.........dice tú.
La que se pregunta y la respuesta le
.........dice tú.
La que se compara y la respuesta le
.........dice nadie.
La oceánica Iratxe. La volcánica
.........Iratxe.
La Tracia y Peloponeso. La Persépolis.
.........La ajedrezada.
La melenosa. La cien escaleras. La
.........escorpiona.
La perfecta.

La que está conmigo y no
.........con vosotros.






Y va y me dice


Y va y me dice
que basta mi energía
para romper los equilibrios.

(Para qué, me pregunto,
si no sé adónde dirigirla).

Y va y me dice
que uno solo de mis besos
le hace olvidar las ocho horas.

(Pero un beso pide otro,
y el segundo ya no es lo mismo).

Y va y me dice
que voy a ser el mejor
poeta político del mundo.

(En eso le doy la razón porque,
triste de mí, seré el único).

Y va y me dice:
todavía no te gusta Madrid,
pero a Madrid ya le gustas tú.


(Iratxe. Iratxe. Iratxe. Iratxe. Iratxe).

El Jardín Botánico


Entre el gris de los geranios y un trébol de gorriones, 
en la línea recta que va de Lauros a Basauri,
bajo robles y encinas, perales y manzanos
que no siempre están en flor,
allí conocí a Iratxe y su boca sin calendario.
Todo fue así, tal como digo,
pero como ya era entonces un proyecto de poeta,
quise ponerle en verso la amplitud de mis sentimientos,
y leídas en las grandes páginas de la poesía universal
las palabras excelsas que usaron sus genios,
pronto me olvidé de aquellos nombres,
pues me parecían
demasiado simples,
demasiado pobres,
demasiado claros,
y halladas en los libros las palabras
(nunca sabidas por mí hasta entonces)
de rododendro, meliloto y aladierno,
los pájaros
(cuyos nombres no conocía)
como la oropéndola o el aguanieves,
los lugares
(a los que nunca he ido)
como Olimpia, Arcadia o Samotracia,
las mujeres
(ya olvidadas)
como Tisbe, Perséfone o Deyanira,
elegí estos para referirme a aquellos
y en lugar de escribir, por ejemplo,

Iratxe camina entre los ciruelos de Lauros...

escribía:

Deyanira vaga entre los rododendros de Samotracia...,

sin saber qué mujer pudiera ser Deyanira
(nunca conocí ninguna)
qué planta, árbol o arbusto sea un rododendro
(pero es tan bella, la palabra)
qué lugar Samotracia
(suave, elegante, perfecto).

Pero un día,
caminando por el Paseo de El Prado,
me dio por entrar en el Jardín Botánico,
y cuando vi por vez primera
lo que en verdad era
un aladierno,
lo que era
un rododendro,
lo que era un meliloto,
quedé muy confundido:
no, la realidad no confirmaba
la belleza de sus nombres.

Desde entonces, ay, desde entonces.
Ya no quiero Deyaniras sino Iratxes.
Ya no quiero oropéndolas sino gorriones.
Ya no quiero rododendros
sino los manzanos de Lauros,
aunque no siempre estén en flor.

La inercia


De qué forma se muere hoy en Madrid,
qué altura alcanza la valla de la tristeza,
quién puso esta calma de flores de trapo,
a qué saben las fresas rectas del policía,
por qué Iratxe entró en la noche inasible,
a qué niños robaron los globos travesura,
a cuánto sale el litro blanco de esperanza,
a qué hora será mi ansiada caída definitiva,
de qué forma se muere, dime, de qué manera
te va matando la inercia de esta ciudad.

La pelea


De todas las guerras que libro,
la guerra contra Euskadi,
la guerra contra España,
la guerra contra el nido
sin belleza y la belleza
sin justicia,
ninguna tan atroz
como la guerra que libré
contra ella,
todos los días, casa
por casa, a mataperro,
a ver quién gana, aé.
Ahora
que se ha perdido
todo lo que podía perderse
y me encuentro en el bando
de los que fueron derrotados,
quiero decir de nuevo
que me gustó la pelea,
me sigue gustando la pelea,
siempre
me gustará pelear.

La golfa


¿Sabéis lo que voy a hacer ahora,
yo que fui millonario de su rostro
yo que probé su mirlo y su voluta
yo que sus labios verdes su melena
que se extendía truena y maligna
yo que en su boca el gato y la gata
yo que rebauticé la Tierra toda
y la llamé Iratxe
yo que rebauticé la patria entera
y la llamé Iratxe
yo que al sol Iratxe al fuego Iratxe
yo que el sésamo y la clorofila
yo que la seguía por los vestíbulos
y admiraba su lengua limonera
y a su paso las lilas se doblaban
y los niños traviesos se frotaban
yo que le dije siempre siempre siempre
yo que la amaba en todos sus peligros
yo que juré y cumplí y juré y cumplí
sabéis lo que voy a hacer ahora
sabéis lo que voy a hacer ahora
sabéis lo que voy a hacer ahora
si la supiera odiar si aprendiera
a incendiar los tejados si lograra
olvidar que esta golfa era mi golfa
y por golfa la amaba sabéis lo que
voy a hacer ahora?

Las flores del calabacín

EN MI caserío Astobieta teníamos flores de muchas variedades, pero cuál fue mi sorpresa cuando Iratxe, una de las primeras veces que vino, se quedó pasmada ante una flor en la que yo no me había fijado en mi vida.

—Esa flor —me dijo abriendo mucho los ojos—, ¿cómo se llama esa flor?
—¿Esa? —le dije yo, flipando—. Esa… esa es la flor del calabacín, Iratxe.

Es como fijarse en las flores del cardo, que también son bonitas, por cierto. Como los calabacines se siembran con un objetivo alimenticio evidente, nadie se fija en sus flores de amarillo vivísimo que a veces lindan con el anaranjado, flores que luego frutecerán en lozanos calabacines. Hasta que llega la Iratxe de turno, el asterisco que aparece entre un millón de asteriscos, el Stradivarius de las mujeres, y le encuentra la belleza que realmente tiene y que nadie osaba decir porque… ¡cómo vas a elogiar a las flores del calabacín! Me he acordado hoy de esta historia, no sé por qué. No se fijó de mi caserío ni en las rosas ni en los claveles ni en las calas ni en los geranios ni en los gladiolos: solo se maravilló ante la señora flor del calabacín.



Una mujer


Una mujer sin arpa y sin abrazos,
amazona frutal y demasiada,
una mujer como Iratxe sin Iratxe.

A esa mujer le cambiaría cada tarde
los gladiolos y jazmines de su cuarto
y nunca le pondría veneno en su tetera.
Le contaría mis grandes mentiras enormes
con un pomelo prendido en el pecho,
y cada poco le haría un poema de amor
dejando a sabiendas algunos errores.
Con esa mujer bebería vino y cerveza
hasta agotar las fuentes y las barricas
y ponernos rojas las puntas de las narices,
y hasta le enseñaría a asustarse de los cisnes.
La besaría muy fuerte sin acabarme de saliva
y le mostraría la doble torre de mi tristeza
(aquí me duele aita, aquí me duele Iratxe)
a grandes carcajadas, mientras le explico
los rodeos de las moscas sobre las bombillas.
Con esa mujer saldría a la calle pintado de novio
y vestido con hojas de parra transparentes,
y hablaría con ella con la misma seriedad
de las monjas cuando hablan en camisones.

Pero que sea sin arpa y sin abrazos,
amazona frutal y demasiada.
Que sea como Iratxe sin Iratxe.

Quiero un amor que sea monoteísta


Quiero un amor que sea monoteísta.

Que sea más puño que letra su sangre,
puño imperfecto y de furia su sangre,
que sea su sangre un puño demasiado.

Que me odie con asco monoteísta
y me ame con rabia monoteísta.

Que mate a los padres a golpes
y a golpes los padres arrasados,
amores sin creos ni reos de padres.

Quiero un amor que sea monoteísta.
Que emita por Radio Nosotros
y al resto la patria los ceros.

Que viva en Planeta Nosotros
y al resto petróleo ceniza.

Ya tuve un amor así. Me besaba
como si hubiera en su lengua un revólver.
 Me amabacomo si quisiera quedarse el amor
ella sola. Ya tuve una mujer así.
Tan turbia y tan bella
y tan monoteísta.

La caída


Así fue mi caída: blanca,
silenciosa como un búho en las grapas de la noche.
Y qué bello era su rostro
la tarde en que me dejaba.

Qué bello.
Como un cardo bello como una araña.
Como un puñal como un cáncer qué bello.
Con esa belleza fácil y sin culpa,
pues ser bella no le costaba nada.

Qué le iba a costar. Ni siquiera
la tarde en que se fue
consintió en rebajarla.
Y fue increíble escuchar
“Ya no quiero estar contigo”
en su rostro de siempre,
qué bello era por dios,
qué bello.

Pero al menos escribo. Desde
el mismo lugar en que caí,
escribo. Ella sigue su camino,
cometiendo belleza,
y yo sigo en mis versos,
intentando la mía.

Lo adecuado


Lo adecuado sería enamorarme
de mujeres con fresas en el pelo
y lamerles sus rojos sosegados
veinte veces o treinta por semana,
lo adecuado sería evitarme
las mujeres tormenta
las mujeres navaja
las mujeres combate
las mujeres pregunta
las mujeres tornado
las mujeres problema
las mujeres batalla,
lo adecuado sería apartarme
de los centros, huir
de las zonas urbanas y escapar
al extrarradio, que no puedan
conseguir mi correo ni mi número
de preso, que no conozcan las señas
del niño mío ni la mosca mía,
que no me encuentren, que
no se repita Iratxe:
que a ninguna le sea posible acercarse,
que no tengan ocasión de dirigirme
ni
la
más
mínima
palabra.