Dos egolatrías


¿SABÉIS DE quién podría ser amigo yo? De una persona que conservara fresco a su Spiderman; de alguien que a la tercera cerveza se le cayera la máscara de la puta humildad y me contara sus planes para pintar de verde las estrellas. Iratxe era así: se creía el ejemplar más soleado de la tierra. Yo respetaba su egolatría y ella la mía: le gustaba que alguien tan torpe e inocuo como yo alimentara, en una caja secreta de su cerebro, a un cachorro de leopardo...